Título: Cometas en el cielo
Autor/a: Khaled Hosseini
Saga: -
Editorial: Salamandra
Páginas: 382
Sinopsis: Sobre el telón de fondo de un Afganistán respetuoso de sus ricas tradiciones ancestrales, la vida en Kabul durante el invierno de 1975 se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de una ciudad confiada en su futuro e ignorante de que se avecina uno de los períodos más cruentos y tenebrosos que han padecido los milenarios pueblos que la habitan. Cometas en el cielo es la conmovedora historia de dos padres y dos hijos, de su amistad y de cómo la casualidad puede convertirse en hito inesperado de nuestro destino.
Reseña:
‘Cometas en el cielo’ es una historia muy humana, con una trama de ritmo frenético y tensión constante, y una narración que sobre todo al principio recuerda a la de ‘El niño con el pijama de rayas’, por la mirada inocente del protagonista. Disfruté de la lectura aún más por sus referencias a la cultura persa (versos de Hafez, comidas típicas como el ‘kofta’ o la bebida ‘dough’ me transportaron a las calles de Irán). En definitiva, es una novela bonita, pero para mi gusto, le falta contexto y crítica social.
La relación entre Amir, el niño afgano rico, y Hassan, el hijo de su esclavo, es enternecedora y, en cierto modo, resalta el valor de la amistad, la valentía de enfrontarse al remordimiento y el esfuerzo de la autoredención. No obstante, la condescendencia del protagonista, Amir, llega a ser molesta.
La novela muestra la perspectiva de Amir y su padre Baba, afganos de clase alta que viven con su criado Alí, y su hijo, Hassan. Según Baba, Alí es de la familia, y para Amir, Hassan es su mejor amigo, aunque en público se avergüenza de él porque, al ser de la etnia hazara (chií), está destinado a la marginación social. La condescendencia de considerar como amigos a tus criados me incomoda, y más aún cuando el criado (Hassan) vive para satisfacer los caprichos de su amo.
En general, la historia es bonita, engancha y hasta hace llorar con el “Por ti lo haría mil veces”, pero la moraleja cojea por todas partes. La historia va de cómo Amir se arrepiente del trato dado a Hassan y de lo que hace para deshacerse de la mala consciencia, que le persigue (a niveles enfermizos) durante muchos años. De fondo, las tragedias de Afganistán se van sucediendo y, al final, el perdón que busca Amir es el que también busca Afganistán como país.
El libro empieza cuando Afganistán vive una época de paz, en la que los cometas vuelan libres. Poco después empiezan las desgracias. Primero, en 1979, con la invasión soviética. Después con las guerrillas internas de islamistas radicales (muchos reclutados por los Estados Unidos de Reagan, por cierto). Los talibanes llegan al poder en 1992 y en 2001 EUA interviene Afganistán para luchar contra aquello que antes financió. Es una pena que, con la popularidad de este best-seller, sobre todo entre adolescentes, no se aprovechara para profundizar en los porqués del radicalismo.
En ‘Cometas en el cielo’ solo se menciona Estados Unidos como el refugio de Amir y su padre cuando huyen de la represión soviética de Afganistán (el autor del libro vivió algo parecido: a los cuatro años se fue a vivir a EUA). En ningún momento se habla de la implicación de EUA en unas guerras que son clave para el desarrollo de la trama y de sus personajes.
Además, el libro alecciona sobre la división clasista entre gente buena y mala. “Mi padre decía que hacer daño a la gente está mal, aunque sea mala gente. Porque no saben hacerlo mejor y porque la mala gente a veces acaba siendo buena”. Bien. Todo el mundo se equivoca. Todos en algún momento hemos hecho daño a alguien a quien queríamos, hemos sentido el remordimiento y hemos intentado arreglarlo.
Pero a continuación, la moraleja se deshincha cual globo estridente: “Hay gente mala, y hay personas malas que nunca dejan de serlo”. Al final, no todo el mundo se merece el perdón. Amir y Baba, sí. Los bullies y radicales son malos por naturaleza, y no hace falta cuestionarse por qué. Con eso no digo que las brutalidades de Al Qaeda sean perdonables, ni mucho menos, pero creo que al menos, se tendría que hablar de los motivos del ascenso al poder de los talibanes.
La relación entre Amir, el niño afgano rico, y Hassan, el hijo de su esclavo, es enternecedora y, en cierto modo, resalta el valor de la amistad, la valentía de enfrontarse al remordimiento y el esfuerzo de la autoredención. No obstante, la condescendencia del protagonista, Amir, llega a ser molesta.
La novela muestra la perspectiva de Amir y su padre Baba, afganos de clase alta que viven con su criado Alí, y su hijo, Hassan. Según Baba, Alí es de la familia, y para Amir, Hassan es su mejor amigo, aunque en público se avergüenza de él porque, al ser de la etnia hazara (chií), está destinado a la marginación social. La condescendencia de considerar como amigos a tus criados me incomoda, y más aún cuando el criado (Hassan) vive para satisfacer los caprichos de su amo.
En general, la historia es bonita, engancha y hasta hace llorar con el “Por ti lo haría mil veces”, pero la moraleja cojea por todas partes. La historia va de cómo Amir se arrepiente del trato dado a Hassan y de lo que hace para deshacerse de la mala consciencia, que le persigue (a niveles enfermizos) durante muchos años. De fondo, las tragedias de Afganistán se van sucediendo y, al final, el perdón que busca Amir es el que también busca Afganistán como país.
El libro empieza cuando Afganistán vive una época de paz, en la que los cometas vuelan libres. Poco después empiezan las desgracias. Primero, en 1979, con la invasión soviética. Después con las guerrillas internas de islamistas radicales (muchos reclutados por los Estados Unidos de Reagan, por cierto). Los talibanes llegan al poder en 1992 y en 2001 EUA interviene Afganistán para luchar contra aquello que antes financió. Es una pena que, con la popularidad de este best-seller, sobre todo entre adolescentes, no se aprovechara para profundizar en los porqués del radicalismo.
En ‘Cometas en el cielo’ solo se menciona Estados Unidos como el refugio de Amir y su padre cuando huyen de la represión soviética de Afganistán (el autor del libro vivió algo parecido: a los cuatro años se fue a vivir a EUA). En ningún momento se habla de la implicación de EUA en unas guerras que son clave para el desarrollo de la trama y de sus personajes.
Además, el libro alecciona sobre la división clasista entre gente buena y mala. “Mi padre decía que hacer daño a la gente está mal, aunque sea mala gente. Porque no saben hacerlo mejor y porque la mala gente a veces acaba siendo buena”. Bien. Todo el mundo se equivoca. Todos en algún momento hemos hecho daño a alguien a quien queríamos, hemos sentido el remordimiento y hemos intentado arreglarlo.
Pero a continuación, la moraleja se deshincha cual globo estridente: “Hay gente mala, y hay personas malas que nunca dejan de serlo”. Al final, no todo el mundo se merece el perdón. Amir y Baba, sí. Los bullies y radicales son malos por naturaleza, y no hace falta cuestionarse por qué. Con eso no digo que las brutalidades de Al Qaeda sean perdonables, ni mucho menos, pero creo que al menos, se tendría que hablar de los motivos del ascenso al poder de los talibanes.